jueves, 3 de abril de 2008

Manzanillo de juguete


En diciembre próximo pasado (me encanta esta manera rebotona de decirlo) y cómo algunos ya sabrán, fuimos invitados (y en efecto asistimos, tengo que repetirlo) a exponer en un encuentro de hacedores de juguetes que se hizo en el marco del Festival Internacional del Violín de Tovar, en el estado Mérida.

Bueno, lo sé, sobre ello escribí con largueza y eso que me contuve porque si no, no hago más nada que teclear y teclear, y no es la idea tampoco pasarme el resto de mi existencia en esto.

El caso es que esa manía mía de andar por la vida con los ojos y los oídos puesto me expone constantemente a aprender de los demás (me gusta, a veces creo que lo hago a propósito) Y aun no queriendo ser un copión lo soy porque según decía un profesor mío, la rueda ya está inventada y lo que hay que hacer es aprender a usarla. No hablemos sobre lo que significa que un profesor le diga una cosa así a un alumno porque no se trata de conspirar para desmantelar el sistema educativo.

Lo que quiero decir (tratando de no dar tantas vueltas) es que no puede uno pasar entre tantas personas maravillosas que hacen todo lo que hacen con tanto…, hasta altruismo, caray…, y no se le quede algo a uno pegado entre el corazón y las entendederas.

Fue en el taller de Mario Calderón que me di cuenta de la belleza del colorido en movimiento que estimula la sonrisa como una cinta de Moebius que une el sueño y la realidad en un girar sin fin.

Fue en el taller de Humberto Rivas que me di cuenta del ingenio, la investigación, y la gracia que se pone en marcha y nos alegra la vida, con remolino que pasa por la melancolía y la euforia en círculos cada vez más rápidos y apretados que te jalan hacia el centro de la vida. Sin pataleo que valga.

Soy un peripatético y un copión, lo admito. Pero soy también un olmo que da peras. Por eso me di cuenta de que entre el Yellow Submarine y las marionetas puede estar Manzanillo con sus barquitos anclados, sus peñeros, pelícanos y pescadores, sus redes, los bañistas y las olitas que rompen justo en la orilla, todo esto porque cónchale, el mar es muy grande.

Este lío parió esta piecita de la foto a la que le siguen algunas otras (Playa el Yaque con windsurfistas, kiteboard, kayak, que la estoy armando pero la condenada además de árbol de levas lleva un cigüeñal, y también El Tirano que está dibujada) que cedieron el primer turno para que Manzanillo quedara como queda: la de más arriba. Bueno, así se ve en el mapa por culpa de esa manía de poner el norte siempre para arriba, pero no quiero meterme con temas políticos…

El mecanismo es un árbol de levas sobre el cual flotan todos los perolitos que se mueven con el oleaje que se hace con la manillita que gobierna los dos engranajes de corazón resinoso de pino de Uverito.

Los tintes son todos de los que no intoxican, la madera es pino caribe de cultivo, el acabado es con cera virgen y aceite de naranja, y representa una escena de aquí, nuestra.

Esta piecita entonces nace de lo que aprendí con Mario Calderón y con Humberto Rivas en ese viaje a sus talleres de sueños. Es por eso que aquí les presento este perolito que hice para que por favor me le den la bendición, porque ustedes lo sembraron.

Luis Guillermo Laya